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NATALIA VELILLA, JUEZ Y ESCRITORA

NATALIA VELILLA, JUEZ Y ESCRITORA

 

Natalia Velilla es magistrada del Juzgado de Familia de la localidad de Móstoles en Madrid. Su amplia experiencia judicial y su pasión por comunicar le ha llevado a escribir un libro, “Así funciona la Justicia”, (Editorial Arpa) que está camino de convertirse en todo un bestseller, gracias a su lenguaje sencillo que nos permite conocer el funcionamiento del sistema judicial español. Natalia es además una fiel seguidora de las nuevas tecnologías y las redes sociales.

 

Los magistrados no son muy proclives a escribir libros sobre su trabajo ¿por qué tomó esa decisión?

 

Porque, en general, no hay mucha información amena, clara y fiable sobre el mundo de la justicia que circule entre las personas interesadas en ello. Hay otros libros de jueces, pero son más técnicos y están más enfocados a quienes ya tienen conocimientos de derecho. Me propusieron escribir un libro para legos y así lo hice.

 

¿Qué aspecto de su trabajo como Juez le fue más difícil plasmar en su libro?

 

La autocrítica. Es difícil hacer el ejercicio de autoanálisis y darte cuenta de que tú misma caes en los mismos errores que criticas en el libro. Los jueces y quienes defienden nuestro trabajo no ven que tenemos también culpa de la imagen que la gente tiene de nosotros. Defender que somos perfectos y que todo lo malo se debe a que “otros” nos atacan o que “otros” quieren destruir el Estado de Derecho, sin asumir nuestra parte de culpa, hace nuestro discurso inasumible.

 

La frase “la justicia es un cachondeo” ha retratado el mundo judicial tal como lo perciben muchos ciudadanos. ¿Somos muy injustos pensando así o también falta autocrítica por parte de los jueces?

 

Esa frase es la típica que se dice cuando no meditas mucho lo que expresas. Es tan injusta como decir que los políticos son todos unos corruptos, que todos los hombres son iguales o que los americanos van con rifle por la calle. No es que sea una frase injusta, es que es simple y reduccionista. La Justicia no es otra cosa que el resultado (imperfecto, como toda acción humana) de la aplicación de unas leyes dictadas por el legislativo. Ese “cachondeo” la mayoría de las veces se debe a la mala técnica legislativa.

 

¿Se está convirtiendo en una celebridad en el mundo judicial?

 

No lo creo y tampoco me gustaría. Tengo cierta fama en redes sociales y en prensa, pero deseo mantenerme en la marca personal que me he construido: una persona técnica en derecho, humana y profesional, que tiene aficiones confesables, sin entrar en el clickbait ni en el mundo de los influencers que dependen de sus seguidores y del efecto que causan en terceros. No desearía ir más allá. Mi trabajo es ser juez, no ser influencer. Además, escribo, claro.

 

Es Vd. muy activa en redes sociales ¿Qué es lo que más le gusta de ellas?

 

Me gusta aprender de otros, la fluidez de la información y la facilidad de alcanzar conocimientos que hasta ahora me estaban vetados. Es precioso discutir con otros profesionales del derecho acerca de cuestiones que a todos nos preocupan. También me gusta la globalización de las relaciones, discutir con un argentino sobre polarización política o que una dominicana me pregunte cuestiones relacionadas con mi trabajo para ponerlo en relación con lo que pasa en su país.

 

Una de las imágenes que más caracterizan a los juzgados españoles es la presencia de cientos de documentos desparramados en habitaciones con muy mal aspecto. ¿Para cuándo una digitalización o habrá que esperar otros 30 años… y un día?

 

Mientras no llegue un gobierno a quien la Justicia le importe de verdad, esto no sucederá. La presión social y la inercia llevarán a la Justicia a experimentar avances a corto plazo, pero auguro que cuando esto suceda, las tecnologías de la comunicación y la información en ese momento estarán muy por delante de lo que se implante en justicia. Es decir: para cuando dispongamos de expediente digital aceptable, en España, en otras administraciones, se harán videoconferencias por holograma en salas virtuales. La Justicia va décadas atrasada.

 

¿Le gusta la tecnología? ¿Conoce las últimas novedades en móviles, ordenadores, etc.?

 

Me gusta la tecnología y la concibo como un instrumento al servicio de las personas, no hasta el punto de que nos sustituya o nos domine. Soy fiel a Apple, lo reconozco, tengo portátil, tablet, móvil y hago uso de todo tipo de aplicaciones tanto de fotografía, como de vídeo, deportes, compras, etc. Soy bastante “tecnológica” como lo es toda mi familia. Mi abuelo se murió con 82 años manejando el móvil perfectamente.

 

Volviendo a las redes sociales. Como Juez de Familia ¿qué peligros o ventajas ve en una red social tan popular entre los más jóvenes como Instagram?

 

Las redes sociales no tienen ni peligros ni ventajas. Lo que las hace peligrosas o ventajosas es el uso que se haga de ellas. El problema es que algunos progenitores dejan a sus hijos utilizar las redes sociales sin haberles educado en la adquisición de competencias digitales. La banalización de las redes y la minusvaloración de sus peligros por parte de quienes ostentan la patria potestad deja a menores de edad solos en el mundo digital. Se da la paradoja de que hay una generación de padres protectores que no dejan salir solos a sus hijos a la calle pero que, sin embargo, les dejan solos a muy corta edad en el mundo digital, expuestos al peligro del mal uso de la tecnología por parte de terceros. La sociedad de la imagen, la perfección, la aceptación y el “like” fácil está creando una generación de jóvenes y niños dependientes de las tecnologías. Veremos las consecuencias a medio plazo.

 

Y en su caso, le gusta Instagram ¿o prefiere Twitter?

 

Instagram es una red que no me agrada tanto como Twitter. Reconozco que es la dominante hoy en día y por eso me abrí una cuenta pública hace unos meses, pero la veo demasiado superficial. Me cuesta colgar permanentemente fotos mías y me siento más cómoda subiendo fotos de cuadros o fotos generales, pantallazos, etc. Supongo que es porque soy de la generación X, más pudorosa en cuanto a la imagen personal. Es, por lo demás, una red agradable, en la que todo son “likes” y “buen rollo”. Es más fácil estar en Instagram que en Twitter. También te permite reflexiones largas y sosegadas, pero sospecho que pocas personas las leen. La mayoría prefiere fotos y vídeos de los titulares de las cuentas.

 

En Twitter, que es una “jungla” donde el odio campa a sus anchas, si sabes construirte una red sana silenciando cuentas y bloqueando a quienes solo quieren desestabilizar, tienes la posibilidad de opinar, debatir y hacer llegar a otros tus ideas de forma más efectiva que en las demás redes sociales.